EL PATO BLANCO NEVES Y LAS SIETE HERMANAS DAGOR (CUENTO)

A la hora de la siesta el sol recalentaba las chapas que formaban el techo del galpón donde funcionaba el gimnasio Blanco. Pero eso no parecía hacer mella en el vigor de los atletas que allí entrenaban. Con el sudor como una pátina de barniz sobre los hipertrofiados músculos, animándose mutuamente con viriles imprecaciones y bravuconadas, seguían agitando las mancuernas, tirando de las poleas y levantando barras olímpicas dobladas por el incontable peso de innumerables discos de hierro. De pronto se hizo una pausa en ese concierto de jadeos masculinos, exhalaciones y ruidos férreos. El “Pato” Blanco, dueño y señor del gimnasio había entrado en el recinto. Su sola presencia imponía respeto. Sus dos metros de altura rellenados con 120 kilogramos de trabados músculos, su mirada ruda bajo el poblado entrecejo oscuro y sus manos hiperbólicamente simiescas le infundían prudencia al más guapo. Además, se jactaba de conocer todas las rutinas de entrena...