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EL PAN DE LA ALEGRÍA (CAPÍTULO I)

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  Martes de madrugada. Noche cerrada. El frío corta como un vidrio helado las manos y las caras de los obreros madrugadores, asesina a los brotes rebeldes que se atreven a insinuarse en los árboles de la plaza, tiende un gélido velo de novia sobre el agua quieta del laguito artificial. Frente a la plaza glacial y desierta, el local de la panadería “La Alegría” es una isla de luz y de calor. Por las rendijas de sus persianas cerradas se filtra el rumor de los trabajadores que desde hace rato se afanan en preparar toneladas de pan, facturas y pasteles que alimentarán la voracidad de los parroquianos, quienes llegarán en unas horas, hambrientos como termitas. Junto con las voces, el viandante solitario que pasa frente al local puede percibir las oleadas de calor despedidas por el gigantesco horno y la luz de las lámparas de bajo consumo. En el interior de la cocina no existe el frío. El ingente horno industrial, como un monstruo metálico de fauces ardientes, somete a los tra...

VALLE INFERNAL (CAPÍTULO I)

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  La señora Mabel Rosen le dio un trago a su cantimplora y consultó su reloj. Calculó que en unas horas se iban a quedar sin luz natural, a pesar de que era   primavera y habían tenido la previsión de salir de casa temprano. −Vamos, Pirula, ánimo− apuró a su amiga, tratando de disfrazar la exigencia de aliento. Pirula bufó y resolló, en el esfuerzo por mover su obesa humanidad a lo largo de un sendero empinado y ascendente, circundado de retamas y moreras. −Puf…dejame descansar un poquito, Mabel− dijo sentándose en una formación rocosa− dame un poco de agua. −Vamos, que se nos va a hacer tarde y nos va a agarrar la noche antes de llegar a casa− repuso su amiga tendiéndole la cantimplora El temor   de verse envuelta por la oscuridad en medio de esas serranías paradisíacas, pero agrestes y desoladas, actuó como un estímulo en el alicaído ánimo de Pirula: el miedo le ganó al cansancio. Se levantó de la roca como propulsada por un cohete y empezó a caminar. −Ya no...

SI ME DAS DE BEBER, AMIGO MÍO...

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  Si me das de beber, amigo mío, beberemos juntos. Hay una hora en la que las tinieblas del bar se adelgazan y la atmósfera se vuelve densa por el vaho de tabaco y marihuana. En la que la cerveza corre como si no hubiera un mañana y deja un rastro de espuma en los bigotes de los muchachos que se abrazan y brindan para festejar la amistad. Traeme otra, Turco. En él último trago nos vamos. Señor cantinero, traiga otra botella que el último trago lo brindo por ella. Esa hora es la hora de los secretos revelados. Echaste el taco de pool sobre el tapete verde. “No juego más a esta mierda, no sé qué mierda hiciste para ganar todos los tiros”. Inútil explicarte que el alcohol licuó todos tus reflejos y convirtió en imposible la tarea de golpear la bola con un taco de madera. Prefiero sonreír con condescendencia y prometerte la revancha otra noche. Ahora nos tenemos que ir. Es inútil con que insistas en seguir la juerga en otro lado, a esta altura no nos van a dejar entrar en ningú...

LOS MONSTRUOS SON LOS OTROS (NOVELA) CAPÍTULO 1

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  La calle húmeda, como una brillante serpentina nocturna, caracoleaba y se perdía entre las pocas casas destartaladas y precarias de ese suburbio en sombras. Apenas el cartel de neón del hotel alojamiento disipaba un poco las tinieblas de la madrugada y echaba un poco de luz sobre los tapiales bajos que cercaban jardincitos delanteros adornados con malvones y   frentes sin revoque con las ventanas herméticamente cerradas. Pasionaria avanzaba con dificultad, sus tacos se hundían en la tierra cenagosa. Pisó una pasta viscosa y maloliente, que parecía ser excremento de algún animal y maldijo en voz baja. Solamente a ella se le ocurría acompañar a un cliente desconocido a un barrio tan alejado. Ella y sus compañeras ya tenían sus hoteles “de confianza”, pero el tipo había insistido en ir ahí. Y   esa noche tan fría,   lluviosa y de poco movimiento, no le daba para hacerse la estrella. Al principio el servicio parecía fácil. Lo convencional. Ningún cliente dejaba d...

EL SANGRIENTO CAZADOR (NOVELA) CAPÍTULO I

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  Marita miró una vez más el reloj   y la fuente enfriándose sobre la mesa. La levantó y volvió a colocarla en el horno, para que no siguiera perdiendo temperatura. Con el mismo criterio volvió a guardar la botella de gaseosa light en la heladera. Dio una vuelta por la casa, subió a la habitación de sus hijos y comprobó que ya dormían. Una hora antes, les había servido su cena y los había acostado. Regresó al comedor y se sentó frente al plato vacío. A sus espaldas, una gran fotografía enmarcada la mostraba a ella en un majestuoso vestido blanco, acompañada de Horacio en frac. Era su fotografía favorita, por eso la había elegido para presidir el comedor. Con esa ropa Horacio parecía aun más alto y el bronceado de aquel verano lo hacía ver muy pintón. Una vez más, miró el reloj. La tardanza de su marido la estaba empezando a inquietar. Finalmente, escuchó el ronroneo del motor y los faros   del auto brillaron en la entrada.   Marita se apresuró a sacar la fuen...